La sinergología, ese nombre intrigante, es como la llave secreta del lenguaje corporal, una herramienta que te permite descifrar lo que realmente piensan las personas, incluso cuando no dicen una palabra. Es una especie de súperpoder que te permite leer entre líneas de la comunicación no verbal y descubrir los pensamientos y emociones ocultas de los demás.
Imagina entrar a una sala de reuniones y, en lugar de solo escuchar palabras, leer las verdaderas intenciones y sentimientos de las personas a tu alrededor. La sinergología es como un diccionario de gestos, posturas y expresiones faciales que te ayuda a comprender lo que realmente está sucediendo en la mente de los demás.
Para los coaches y profesionales del desarrollo personal, la sinergología es una herramienta poderosa. Te permite detectar la congruencia o incongruencia entre las palabras y el lenguaje corporal de tus clientes, lo que facilita una comunicación más efectiva y una comprensión más profunda. Así que, si alguna vez te has preguntado si alguien está siendo sincero o cuáles son sus verdaderas intenciones, la sinergología es el as bajo la manga que te ayudará a descifrar el enigma del lenguaje corporal. ¡Prepárate para convertirte en un maestro de la comunicación no verbal!
La sinergología es una disciplina que podemos enmarcar dentro del campo de la comunicación. Se basa en el análisis científico y en la decodificación de la comunicación no verbal y no consciente. Por tanto, podemos definir la sinergología como una disciplina que analiza e interpreta estos actos comunicativos, tanto semiconscientes como no conscientes.
Aunque la comunicación no verbal se lleva estudiando desde hace décadas, esta disciplina no fue fundada hasta los años 90 por Philippe Turchet. Ya en sus estudios doctorales, durante los años 80, Turchet puso el énfasis en la racionalidad del comportamiento, llegando a la conclusión de que existen movimientos en la mirada y en el resto de la cara que no están programados desde un punto de neurológico.
Gracias a la filmación de individuos de diferentes zonas y razas, demuestra que hay aspectos antagónicos entre nuestros pensamientos y nuestras reacciones que pueden ser observadas si atendemos a ciertas partes del rostro y del cuerpo durante la acción comunicativa. Con estas conclusiones, Turchet funda la sinergología en el año 1996, que nace como una disciplina que permite una lectura sistemática de esta comunicación no verbal y no consciente.
Con ello se profundiza en un campo que los teóricos venían analizando desde décadas anteriores. Aquí podemos citar las teorías de Albert Mehrabian, que en 1967 demostró el enorme peso del lenguaje no verbal en la comunicación. Según sus estudios, únicamente el 7% de la misma tiene que ver con las palabras, mientras que el 38% está relacionado con el timbre de voz y la entonación y un 55% con la comunicación no verbal. Más allá de las cifras, que pueden ser matizadas, lo realmente importante es que estos estudiosos sitúan aquello que hacemos y cómo lo hacemos en el centro del proceso comunicativo, otorgándole más valor que a las propias palabras.
El estudio de la sinergología, tal y como lo defiende sus seguidores, permite a la persona interpretar de manera precisa los pensamientos de su interlocutor mediante el análisis detallado de la microgestualidad y de los pequeños movimientos que éste realiza durante la conversación.
Un aspecto importante es que la sinergología estudia los movimientos del cuerpo en su conjunto para encontrar algún tipo de sentido. Para ello no solo anota los gestos, sino que también descarta aquellos que no son relevantes para la comunicación. En este sentido, no tiene en cuenta los gestos aislados y los gestos sistémicos, que son aquellos producidos por una situación diferente a la analizada en el momento de la conversación: tics, gestos producidos por una enfermedad o una alergia, por una situación de incomodidad provocado por el ambiente, la cercanía de una persona, de una ventana, etc. Con ellos se logra una mayor precisión en el análisis de la comunicación no verbal.
Esta disciplina trata de ofrecer objetividad a sus observaciones mediante un registro de gestos, reacciones o movimientos corporales validados en todo el mundo. Este etiquetado, que cuenta con más de 2.500 registros, ofrece a los sinergólogos y a los expertos en esta materia una base analítica que les permite llegar a conclusiones más certeras de los procesos comunicativos que están estudiando.
Sinergología: proceso de observación
Del mismo modo, la sinergología establece un protocolo de observación característico que consta de tres fases:
- Statua. Durante esta fase se realiza un análisis corporal de la persona para detectar aquellos movimientos, micropicores o comportamientos que no están relacionados con la propia conversación y que no influyen, por tanto, en el resultado de la interacción.
- Actitud interior. Aquí se observan pequeños gestos que nos ofrecen datos acerca de la situación emocional de la persona.
- Micromovimientos. En esta fase el experto pon el foco en el detalle para detectar aquellas emociones no expresadas de manera explícita por el interlocutor.
Como decimos, en esta fase de análisis el sinergólogo debe ser capaz de discernir aquellos gestos inconscientes que no aportan ningún tipo de información de aquellos otros que sí esconden datos de gran relevancia en el proceso comunicativo. Y es que aunque un experto es capaz de aislar hasta 20 gestos a la vez, solo llega a una conclusión acerca de la actitud de la otra persona cuando al menos 8 de ellos apunte hacia una misma dirección.
Estos movimientos inconscientes, a pesar de su levedad, permiten detectar incongruencias, mentiras y hasta actitudes de apertura o de cierre, que se corresponden con aperturas y cierres psicológicos. Así, el experto puede saber si el mensaje está calando en su interlocutor o si por el contrario está aburrido, distraído y con ganas de poner fin a la interacción.
La información que aporta esta disciplina es especialmente útil para profesionales que necesitan conocer a la perfección la actitud psicológica de su interlocutor, como comerciales, responsables de Recursos Humanos, investigadores policiales, negociadores de toda índole, trabajadores sociales… y, por puesto, para todos aquellos que se dedican al mundo del coaching en sus distintas disciplinas, desde el coching empresarial al coaching deportivo o personal.